Crónica de Alfonso III, versión Rotense: “Eo tempore populantur Asturias […] Alaba namque, Bizcai, Alaone et Urdunia a suis reperitur semper ese possessas, sicut Pampilonia [Degius est] atque Berroza”. Con este texto de la Crónica de Alfonso III de Asturias escrita en el siglo IX, pero referida al siglo anterior, aparece por primera vez en la historia el nombre de Bizkaia, y es para decir que siempre fue poseída por sus habitantes, al igual que Aiala y Orduña, así como Pamplona y Berroza.

No vamos a entrar en los orígenes mezcla de historia y mito del Señorío de Bizkaia con la batalla de Padura en el 870 y la proclamación de Jaun Zuria como primer Señor de Bizkaia, hechos que dan para varios artículos interesantes y que nos han dado una imagen de un territorio independiente y autogobernado por sus naturales, cuya cabeza señorial no confluyó con la corona de Castilla hasta Juan I en el 1379.

Llegados aquí conviene hacer dos matizaciones previas: la primera es que una cosa es Bizkaia como ente político y otra es el Señor de Bizkaia con sus relaciones personales de alianzas, vasallajes e intereses externos que le afectaban a él, pero no necesariamente al territorio. La segunda es la confusión que a menudo se produce entre “estar en la órbita del reino tal” y “pertenecer al reino cual”; lo uno no implica lo otro, y sabemos que Bizkaia se mantuvo en la órbita del reino de Pamplona (después reino de Navarra) hasta el asesinato del rey navarro Sancho Garces IV (llamado el de Peñalén) a manos de sus hermanos en el 1076 y la consiguiente usurpación de la corona de Navarra por el rey de Aragón Alfonso VI, usurpación que duró 58 años. Es en ese contexto cuando Bizkaia y sus señores viran hacia Castilla, si bien cada vez que hay desencuentros cambian la órbita castellana por la navarra, e incluso en 1281 pactan con el rey de Francia.

San Juan de Gaztelugatxe, donde estuvo la fortaleza invicta. DEIA

Para entender la historia medieval tenemos que olvidarnos de conceptos de Estado, soberanía, pertenencias, naciones, etc. y debemos meternos en mentalidades más propias de Juego de tronos o de la magnífica Kagemusa de Akira Kurosawa. Los reyes y señores feudales trataban de manejar sus dominios como fincas particulares y para ello no dudaban en tejer las alianzas más estrambóticas.

En los últimos años ha cobrado fuerza y se han hecho populares unas nuevas versiones de la historia que defienden la pertenencia de Bizkaia a la corona de Navarra hasta el 1200, cuando se habría producido una apócrifa y supuesta conquista de Bizkaia por el rey de Castilla, ello sin obviar la realidad de que el Duranguesado sí formó parte efectiva del reino Navarro hasta 1212 en el que se integra en Bizkaia con autonomía propia (Juntas de Gerediaga) hasta que en el 1628 se integra plenamente en el Señorío.

Algunas de las afirmaciones que están circulando para demostrar la conquista de Bizkaia por Castilla, convienen ser adecuadamente revisadas.

El Castillo de Malvecín

El año 1175 se firma un armisticio entre los reinos de Castilla y Navarra, el rey Navarro reclama al castellano la devolución de 14 castillos que le habían sido arrebatados, y el castellano le devuelve 11, pero se niega a devolverle otros 3, a saber: el castillo de Lerín, el de Godín (posiblemente en las inmediaciones de Lapuebla de Labarca) y el castillo de Malvecín.

El problema con los defensores de esa nueva versión de la historia surge cuando dicen que Malvecín se parece a Malmasín y que por lo tanto el rey de Navarra tenía un castillo en el monte Malmasín, anteiglesia de Arrigorriaga y que supuestamente dominaría el puerto de Bilbao. Si el castellano reconoce haberle arrebatado al rey de Navarra el castillo que dominaba Bilbao ¿qué más prueba necesitamos de que toda Bizkaia formaba parte de la corona Navarra?

El problema tiene sus peros. En primer lugar, Malvecín y Malmasín puede que rimen bien, pero son términos distintos y no cabe explicar etimológicamente una evolución entre ambas palabras. En segundo lugar, en el monte Malmasín no existe ni ha existido nunca un castillo. Además, en su parte superior se encuentran las ruinas de un castro de la Edad de Hierro observables a simple vista, y para aquellos que reclaman que se deben de hacer excavaciones arqueológicas en busca de las ruinas del castillo, conviene recordar que debajo de un castillo medieval pueden encontrase ruinas de un castro de la Edad de Hierro, pero que debajo de un castro es imposible hallar un castillo medieval.

Castillo de Malvecino en Toba de Valdivielso (Burgos). DEIA

Por si los argumentos anteriores no fueran suficientes añadiremos uno que ya será incuestionable: el castillo de Malvecino existe aún hoy en día y se encuentra a orillas del Ebro en la localidad burgalesa de Toba de Valdivielso, a 20 minutos en coche de Villarcayo, donde sus ruinas pueden ser visitadas por cualquiera de los lectores de este artículo. Queda aclarado pues que los castillos que el rey de Castilla se niega a devolver a Navarra están ambos en la línea defensiva del sur del Ebro que marcaba el límite entre ambos reinos.

También hay que citar que en alguna de esas interpretaciones de historia ficción se confunde maliciosamente el término Bilibio y puerto de Bilibio, que es el nombre antiguo de Haro por el monte que está junto a esta localidad y que contaba con un puerto fluvial en el Ebro, con Bilbao y puerto de Bilbao.

¿Conquista de Las Encartaciones?

Otro texto que se malinterpreta es el siguiente: “Et ego rex Aldeffonsus in tempore quo incarnationes introivi …”. Algunos han interpretado que el texto dice algo así como: “Y yo rey Alfonso, en el tiempo en que entré en las Encartaciones”. Y concluyen que el rey de Castilla está declarando su conquista de Bizkaia entrado por las Encartaciones.

Aquí nuevamente hay que responder que en el siglo XII Las Encartaciones no se llamaban así y que empezaron a recibir ese nombre en los siglos siguientes por el otorgamiento de cartas puebla. Que encartación viene de carta, y que “incarnation” viene de carne, y que a diferencia de nuestro tiempo en el que el año comienza el 1 de enero, en aquellos siglos el año empezaba con la fiesta de La Encarnación, es decir el 25 de marzo, con lo cual nos encontramos con que un texto que en latín dice “Yo Alfonso, entrando en el nuevo año”, algunos lo han interpretado como “[...] entrando en Las Encartaciones”.

Ruinas del castillo de Malvecino en el valle de Valdivielso. DEIA

¿Fundación de la villa de Galdakao?

En la iglesia de Andra Mari de Galdakao, construida inicialmente en el siglo XII aunque es en su mayor parte del XVI, existe un pequeño escudo de Navarra. La explicación que nos dan los historiadores es que existió un personaje llamado Sancho de Galdácano que al parecer estaba emparentado con el rey de Navarra (ignoramos qué clase de parentesco). A partir de ese dato algunos han publicado artículos que afirman la fundación de la villa de Galdakao por Navarra. Esa afirmación es burda y cae por su propio peso pues Galdakao es una anteiglesia orgullosa de serlo, no una villa, y por tanto no estaba amurallada como las villas, ni ha tenido núcleo hasta recientemente, ni por supuesto existe noticia de carta puebla alguna.

Pero, ¿entró Alfonso XI de Castilla en Bizkaia? Lo cierto es que sí. La crónica histórica nos cuenta que entró con un ejército y fue en principio bien recibido, pero que los hijosdalgo acabaron por decirle que tenían como señores a Doña María Díaz de Haro y a su esposo Don Juan Núñez de Lara “et por eso salió de Bermeo e fue cercar la peña de Sanct Joan [Gaztelugatxe], que es a dos leguas dende. Et esta peña es muy fuerte, ca cercala toda la mar, sinon tan solamente una estrecha entrada. Et el rey asentó alli real, et mando traer engeños con que la combatiesen, et moró y un mes. Et estaba dentro en la peña mucha buena compañía de omes fijos-dalgo, et tenian muchas viandas: et por esto el rey non la pudo cobrar en aquel tiempo, et veyendo que muy poca compañía podrían tener cercado aquel lugar…”.

Total, que se tuvo que volver por donde había venido. Nuevamente hay que explicar que los ejércitos de aquella época eran relativamente pequeños y que, además, rara vez se podían mantener más de unos pocos meses antes de mandarlos a casa a sus labores agrícolas. Por eso, cuando se habla de conquistas hay que explicar que una cosa es conquistar y otra muy distinta es mantener lo conquistado, así que la cosa solía acabar con algún pacto que satisficiera a ambas partes. Solo así es posible que la historia tradicional de Araba y Gipuzkoa defienda sus entregas voluntarias sometidas a pactos solemnes, y respetando su pleno autogobierno, mientras que algunos historiadores modernos hablen de conquistas.

Nos consta cómo varios monarcas navarros pidieron en reiteradas ocasiones a Castilla la devolución de Araba y Gipuzkoa, no así la de Bizkaia, pero no nos consta que ni una sola vez las Juntas Generales de Araba, Gipuzkoa o Gerediaga pidiesen la vuelta a Navarra. Es la diferencia entre un monarca que pretende recuperar su finca y un territorio gobernado siempre por sus naturales.

Licenciado en Derecho y Master Universitario en Historia.