chihuahua (México). "¡Vamos pollito!", jalean a Michael Rasmussen (Holbaek, Dinamarca, 1974) por los pasillos del hotel Palacio del Sol de Chihuahua. "¡Vamos pollito que ganas seguro!", espolean al danés la víspera de que arranque la Vuelta a Chihuahua, su segunda prueba tras cumplir la sanción por dopaje que le impuso la UCI y que finalizó el 27 de julio pasado, el mismo día de hace dos años en el que fue apeado del Tour que había sentenciado en el Aubisque. Y Rasmussen, que sigue siendo patas de pollo, blanco y magro, se ruboriza, se le sube el color a las mejillas demacradas y parece querer hundir su fino cuello en los huesudos hombros. Es una señal de humildad. Se siente complacido. "Para ellos soy mexicano. Me quieren como a uno de ellos y me tienen más estima que en Dinamarca", dice el que fuera el mejor escalador del mundo, que ha encontrado en México el dorsal que se le negaba en Europa, donde anuncia que correrá en 2010: "Tengo dos o tres ofertas y en poco tiempo firmaré por un equipo europeo".

Hace una década ganó el Campeonato del Mundo de mountain bike.

Ha pasado mucho tiempo de aquello y entretanto me han ocurrido muchas cosas buenas y muchas malas. Sobre todo los últimos tres años han sido muy difíciles para mí. Pero si repaso mi trayectoria desde aquel Mundial, en general, sin entrar en detalles, tengo que estar contento. Guardo buenos recuerdos de mi primera etapa como ciclista. Gané el Mundial de 1999 y un año después, en Sierra Nevada, conocí a la que ahora es mi mujer, que corría entonces con la selección mexicana. Ahora, en México me consideran uno de ellos. Me siento querido aquí. Me tienen más estima que en Dinamarca.

Fue usted de los primeros en dejar el mountain bike y pasarse a la carretera. ¿Por ambición?

Sí, en cierto modo. El nivel del ciclismo en ruta siempre ha sido mejor y yo quería correr con los mejores. Si uno gana el Mundial de mountain bike, es que es un buen ciclista, pero no el mejor del mundo. Si, en cambio, ganas el Tour o el Mundial de ruta, no hay duda sobre ello.

Usted llegó a ser el mejor escalador del mundo.

Sí, pero no fue una sorpresa para mí. Quiero decir que sospechaba que podía alcanzar ese nivel en ruta porque cuando en 1998 y 1999 entrenaba en Italia con los profesionales ya veía que subiendo iba muy bien. Por eso tuve siempre mucha confianza en que podía ser un buen escalador.

Lo fue en el Tour de Francia, el más grande de los escenarios.

Ganar una etapa en el Tour, ser el mejor escalador allí, no tiene parangón. No se puede equiparar a nada que hayas logrado antes. Brillar en Francia fue una enorme satisfacción para mí, el premio a tantos sacrificios. El Tour me dio mucho.

También se lo quitó: todo.

Sí. Fue una de las decepciones… No, fue la decepción más grande de toda mi vida.

Todo ocurrió en una noche, en Pau, después de sentenciar el Tour en el Aubisque. ¿Recuerda aquello?

Claro. Aquella noche estuve muy cerca del suicidio. Me sacaron del hotel del equipo en Pau y me llevaron a otro no sé ni donde en el que me dejaron solo. Estuve allí hasta la mañana siguiente. Fue la noche más larga de mi vida. Una experiencia terrible. Lloré como nunca. Pensaba en que tres horas antes de que sucediera todo aquello había tocado el cielo, había ganado el Tour, en el Aubisque. El sufrimiento de aquella noche es indescriptible.

¿Cómo se repuso?

No lo sé muy bien. Pienso que si uno es capaz de ganar el Tour de Francia significa que no es una persona normal, que tiene algo más, un poder mental superior. Seguramente, eso me ayudó y lo sigue haciendo. En estos dos años, el ciclismo ha sido una terapia para mí. A veces he tenido temporadas con depresiones en las que estaba muy mal, pero al día siguiente lograba encontrarme mejor forzándome a entrenar y pensando en el regreso.

¿Se considera ganador de ese Tour?

No lo sé, es un asunto complicado. Sólo digo que si el ciclismo puede aceptar que el mejor no ganó aquel Tour, entonces es cierto que yo no gané.

¿Llegó a odiar el ciclismo?

¿Al ciclismo? no; a sus políticos y su hipocresía, sí.

¿Los políticos, la hipocresía?

Hay muchos políticos en el ciclismo para quienes los ciclistas no son más que números. Para ellos sólo vale el dinero, el business. Si no fuese así, jamás entenderé que el Rabobank, mi equipo, no fuese castigado como yo lo fui. Claro, ¿alguien se imagina el ciclismo en Holanda sin el Rabobank? Moriría.

Siendo consciente de ello, de la hipocresía que menciona, nunca cejó en su idea de regresar pese a tener 35 años y poco que ganar en el ciclismo.

Es que la pasión siempre ha sido la misma. En este punto, el dinero no es una razón para volver a correr. Hay otra explicación más profunda. Yo tengo una historia que comienza en 1983, hace 26 años, cuando me monto en una bicicleta, y no puede terminar así. No puede. Soy yo quien decide cuando debe acabarse mi carrera, no los políticos.

Cumplida su sanción, ha estado buscando equipo en Europa.

Sí, pero me cerraron muchas puertas. Llegué a tener un precontrato con un equipo italiano, pero la UCI intervino para advertir a los responsables que no era bueno firmar a Rasmussen.

¿En el ciclismo no existe el perdón ni el olvido?

No. Al menos para mí. Creo que la UCI está muy rabiosa conmigo. Sólo así logró explicar lo que me ha sucedido.

Explíquese.

La UCI no podía robarme un Tour y no hacer nada más. Siguiendo las reglas de 2007 no podían darme un castigo de dos años y lo que hicieron fue aplicar la normativa de 2009 dándole carácter retroactivo. No logro entenderlo. Tampoco que ahora no me permita fichar por un equipo. Yo he cumplido los dos años de sanción que me impusieron. Son sus reglas. Y las he seguido. Si ellos mismos no las aceptan, que las cambien y pongan castigos a perpetuidad. Entonces, al menos, todo sería más claro.

Ha tenido que emigrar a México.

Sí, aunque estuve muy muy cerca de hacer la Vuelta con el Contetpolis-Ampo.

¿Qué ocurrió?

Que una regla estúpida lo impidió. No estaba preinscrito y Unipublic no aceptó que yo corriese cuando, al mismo tiempo, sí permitió que lo hiciesen tres corredores del Silence-Lotto que tampoco estaban preinscritos. También dijeron que no tenía el pasaporte biológico, cuando eso no es verdad, porque me han hecho más controles que a la mitad de los corredores que están aquí en la Vuelta a Chihuahua.

Ha estado dos años sin correr pero debutó en la Vuelta a Puebla ganando con más de nueve minutos de ventaja y no pesa usted un gramo más que en 2007.

He entrenado mucho, me he sacrificado y me siento bien. Si hubiese corrido la Vuelta, estoy seguro de que habría acabado entre los diez mejores. Lo de la Vuelta a Puebla me vino bien psicológicamente. Lo necesitaba, porque ahora noto que entrenando y corriendo sufro mucho más que antes de la sanción.

¿En 2010 correrá en Europa?

Tengo dos o tres ofertas de equipos europeos y en poco tiempo firmaré por uno de ellos. Volveré a correr en Europa, a disputar una grande; la Vuelta, lo más seguro, o el Giro, quizás. ¿El Tour? No creo que los franceses me quieran mucho.

Tiene 35 años. Alguien podría pensar que su regreso es más reivindicativo que otra cosa.

Armstrong quiere ganar el Tour del año que viene y tiene 38 años… Físicamente me siento joven y aunque a veces la cabeza me diga que soy viejo, me motiva entrenar con profesionales como Kreuziger o Fuglsang y comprobar que subiendo sigo siendo mejor que ellos (ríe).