A sus 76 años, Bruce Springsteen está de dulce. Acabada su exitosa gira anti Trump y recién publicados siete discos con material inédito, se suma esta semana la edición ampliada de Nebraska (Sony), con canciones extra y directos de su disco favorito, un trabajo descarnado exigente y acústico en el que, a ritmo de desnudo folk y country, se zambulló, arañado por una depresión, en sus infiernos personales y familiares, y en los de su violento país. Paralelamente se estrena Deliver Me From Nowhere, película que narra la gestación del disco y ya está disponible el libro homónimo, de Warren Zanes, en la que se basa.

Springsteen, que ha firmado ya clásicos como Born to Run, Darkness on the Edge of Town y The River, cree que Nebraska, grabado en 1982, es su mejor trabajo, el más personal. Es toda una rareza en la historia de la música popular, ya que una gran estrella –acababa de lograr su primer n.º 1 con The River (1980)– decidió encerrarse en el dormitorio de su casa alquilada para grabar un álbum que, en realidad, era una maqueta casera sin pulir, que se masterizó a un nivel bajo y no tenía sencillos para la radio. Además, Bruce pasó de hacer gira y de conceder entrevistas. Y para rizar el rizo, su primera canción trata sobre un asesino en serie que reconoce sus crímenes desde la silla eléctrica.

Así lo recuerda Zanes –autor de otro libro excelso sobre Tom Petty– en Deliver Me From Nowhere (NeoPerson Sounds), que sirvió de embrión a la película que se estrena este viernes 24, al igual que la edición ampliada de Nebraska, que permite explorar con profundidad en él gracias a su complementaria versión eléctrica y grabaciones caseras de temas como la gran Losin´ Kind; tomas desnudas de las primigenias Born In the U.S.A. y Downbound Train; Child Bride, un romance juvenil que no acaba bien; la sexual On The Prowl, o caras b recuperadas como Pink Cadillac y The Big Payback, a ritmo rockabilly.

Zanes, rockero con The Del Fuegos y profesor universitario, se zambulle en el proceso creativo de Nebraska de forma exhaustiva y analítica, con entrevistas al rockero, a su mánager Jon Landau y a músicos de The Dictators, The Blasters, Green on Red, Patty Griffin... Y añade múltiples detalles técnicos de su gestación y personales de Bruce, y pone en contexto el álbum, que, al ser grabado en solitario y lejos de un estudio profesional, tuvo un gran impacto para el rock alternativo de los 90 (Bon Iver, Pavement, Silver Jews…) y supuso el triunfo, por su talante punk, del háztelo tú mismo convertido en norma en este siglo.

Springsteen inició Nebraska “cantando para sí mismo”, sin la idea de crear un disco. Solo, tras romper con su por entonces novia, Joyce Yiser, se sintió perdido, vacío y al borde de la depresión, que se manifestó después cuando viajaba a su primera casa en propiedad, en Los Ángeles. Esa angustia existencial, los fantasmas del pasado, su relación conflictiva con su padre, el sentimiento de culpabilidad de un tipo exitoso que seguía viviendo en el barrio y le cantaba a “la gente que ganaba lo justo para vivir”, y la presidencia de Reagan le encaminaron a Nebraska.

Arte y asesinatos

En su casa alquilada de Colts Necks, en aquel dormitorio con moqueta naranja, Springsteen inmortalizó 10 canciones descarnadas en una grabadora TEAC de únicamente cuatro pistas. Despojado de banda y de su sonido prístino, en plena época de la MTV y el despegue de la tecnología digital, el músico nos entregó “el rugido del arte”, según Zanes. Un disco difícil, exigente, imperfecto, audaz y austero; una obra de arte que Zanes define como “una pintura rupestre en la época de la fotografía”.

Bruce ya había incluido en The River un anticipo de estas canciones descarnadas, titulado Stolen Car. Ese sentimiento de soledad le condujo a grabar un disco que, por encima de todo, retrata el aislamiento: el suyo y el de su país. El de la falta de pertenencia y de sentirse arropado por la comunidad, los amigos, la familia, el gobierno... Y si la vida pierde sentido, puede suceder cualquier cosa, como mostraba Terrence Malik en Malas tierras y Bruce en el tema Nebraska. “Salimos a dar un paseo y 10 personas perdieron la vida… supongo que hay maldad en el mundo”, canta lúgubre en ella.

Ese sentimiento de abandono, expresado en tono menor, con apenas guitarra y armónica, se cuela también en Johnny 99, en la que un desempleado ebrio mata a un poli y le caen 99 años, o en Highway Patrolman, que inspiró a Sean Penn para Extraño vínculo de sangre y en la que un poli de carretera se enfrenta a su hermano y los lazos de sangre se imponen al cumplimiento de la ley. Mientras en Atlantic City sugiere la lucha de clases sociales en boca de un perdedor que busca la suerte en un casino, en Mansion on The Hill o Used Cars se retrotrae a pasajes pobres y conflictivos de su infancia, para cerrar con la desesperanzadora Reason to Believe.

No había que creer en nada. Casi al borde del suicidio, cerró el disco. Zanes, de forma profusa, narra el intento de convertir aquella cinta que su autor llevaba en el bolsillo trasero de sus vaqueros en un disco al compartir las canciones con su banda. No funcionó, en formato eléctrico se perdía su esencia, el tono y el ambiente fantasmal de la maqueta. Avalado por el apoyo del comprensivo Landau y el de su discográfica –“no entiendo el disco, pero te prometo que vamos a mimarlo”, dijo uno de sus directivos–, se optó por publicar esas canciones desnudas.

Y no resultó fácil, a los problemas al traspasar la cinta al vinilo se unieron los del proceso de mezcla y masterización, que Bruce vivió entre la desesperación y la obstinación. “El cobrador de las facturas llamó a la puerta y el pago fue en lágrimas”, según Zanes. Fue el disco en el que “se escondió para brillar más que nunca” poco después, con Born in The U.S.A., parte de cuyas canciones creó durante el periodo de Nebraska. Uno fue “el tensado de la cuerda hacia atrás”, el que convirtió a un gran intérprete y cantante en un magnífico escritor; el siguiente y exitoso, “el lanzamiento de la flecha”. Escribió sobre sus infiernos y los del sueño americano convertido en pesadilla en un álbum necesario. Inacabado, fantasmal y desteñido, como sobrevive hoy la moqueta de aquel dormitorio. Nos toca a nosotros completarlo con cada escucha.