IBA este espacio a ser dedicado a reinterpretar el porqué de la dimisión de Sánchez y su posible relación con el espionaje mediante Pegasus, como así casi me autoconvencí, cuando la trama, una vez más, acabó, para no pocos, como aquellos episodios de La casa de la pradera. Tan feliz como prescindible. En estos tiempos donde el lenguaje de Cupido es más un recurso literario y las flechas de Karina se usan más para tirar a dar, lo del “profundo enamoramiento” del líder socialista hacia su mujer, ejerciendo él de escudo humano, parecía más propio de un culebrón turco que del amor incorruptible que dejó traslucir el presidente español con su epístola de puño y letra. No dudo un ápice de sus sentimientos aunque siga costando creer que fuese la única motivación. Pero siendo Sánchez un ser tan imprevisible, zorro y extraño, ¿y si nos cuenta la verdad sobre la necesidad de, por un instante, bajarse del mundo y repensarlo? “Hay veces en que la única forma de avanzar es detenerse y reflexionar para decidir con claridad qué camino tomar”. Aunque su frase parezca extraída de un libro de autoayuda, ¿quién no ha sentido alguna vez la necesidad de frenar en seco y parar el tiempo, no como escapismo sino para hallar la salida en su laberinto? El poder te entroniza, otorga posición y acomodo. No es poco pero no lo es todo. En la vida terrenal donde durante cinco días Pedro se apeó, careces de todo eso y, con todo, son esas flechas las que escriben tu destino. l

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