Basauri se despide de la fábrica escarabillera
Fomento inicia la demolición de las ruinas de La Basconia, la empresa que impulsó el sector industrial en el municipio
Los vecinos de Basauri asisten estos días al fin de la fábrica que logró hacer de este municipio lo que es hoy en día. Se trata de La Basconia, la empresa siderúrgica en la que llegaron a trabajar 3.500 personas y que acabó con el carácter rural que imprimía entonces la vida de la localidad. Con este cambio y el aumento de la población atraída por la factoría, La Basconia trajo consigo la apertura de colegios como el de San José y la Divina Providencia, la iglesia de San Pedro, el teatro El Social y cientos de viviendas como las de Larrazabal, el Grupo San Pedro, las casas baratas de Elejalde o la urbanización de Urbi.
Con cada palada de escombros de las excavadoras que se afanan en la actualidad en derrumbar las ruinas supervivientes de esta fábrica, se escapan miles de recuerdos y anécdotas. Toda una historia, en definitiva, que se ha ido olvidando con la desaparición de los que un día se dejaron la piel produciendo tornillos, palas, cubos y chapas para las carrocerías de los coches.
A La Basconia se le reconoce por ser la autora material de infraestructuras cuyo destino ha estado intrínsecamente ligado al de Bizkaia. Entre ellas, destaca el puente de Deusto construido en tierras basauritarras en 1934, al igual que la cúpula de la iglesia de Las Mercedes en Las Arenas, Getxo, en 1954. El arco que ha sido testigo de las hazañas del Athletic desde lo más alto de la tribuna principal de San Mamés también fue producto de La Basconia, en 1953. La misma fábrica vio nacer en 1929 a uno de los primeros tractores oruga equipado con un motor Mercedes de 60 caballos.
Estas insignes obras sobrevivirán a una fábrica que a finales de 2009 vio sentenciado su futuro con la entrada del Ministerio de Fomento en un solar que aspira a dar paso a un nuevo ensanche basauritarra con equipamientos para los vecinos, pisos y nuevas zonas industriales en las que se asienten nuevas empresas que fomenten el empleo. Por lo menos, este es el plan que baraja el actual equipo de gobierno municipal que ya ha mantenido reuniones con SEPES, la entidad estatal del suelo que se encarga de adquirir el terreno y despejarlo. Testigos de este cambio esperan ser algunas de las naves mejor conservadas que, a priori, parece que resistirán el envite de la construcción para acoger en su seno zonas de esparcimiento y comercio.
Un futuro amable Este sino no era el esperado por los miles de trabajadores que pasaron por La Basconia. Ninguno de ellos pensó que algún día el sufrimiento al que estaban sometidos por la dureza del trabajo fuera a dar paso a la creación de un entorno amable alejado de la necesidad que respiraban los empleados de la fábrica durante las décadas más duras de la posguerra.
La Basconia surgió a partir de una fábrica de calderas de cobre que la familia Ayarragaray construyó en Larrazabal en 1843. En 1892, Ricardo Rochelt , propietario de un taller de estañado en Deusto, estudió la posibilidad de montar una fábrica de hoja de lata y evitar la dependencia que hasta ese momento la industria conservera del Estado tenía del extranjero. La fábrica se construyó sobre las antiguas instalaciones de los Ayarragaray y se puso en marcha el 17 de septiembre de 1894 con tecnología siderúrgica inglesa, la más moderna en aquellos tiempos.
En 1896 el mercado nacional absorbió la producción de la empresa, por lo que sus gestores decidieron ampliarla. En aras a integrar todo el proceso de fabricación, La Basconia pasó a ser una empresa siderometalúrgica con la construcción, en 1900, de una fábrica de acero con tres hornos Siemens-Martin.
Con las mejoras llegó el aumento de la plantilla, que se situó en 3.500 obreros hasta prácticamente el final de la empresa, en 1970. Gran parte de ella la integraban mujeres viudas que perdieron a sus maridos en la guerra. Con la instauración de los turnos, la fábrica siempre estaba viva. De ella salían los fuegos propios de la siderurgia y los ruidos metálicos de la doma del hierro y el acero. Entre ellos, el sonido del líquido que los aguadores acercaban a los empleados desde la parte baja del monte Malmasin, donde nacía una fuente caliza.
La escarabilla Otra imagen grabada en la memoria colectiva de Basauri es la de las mujeres y los niños que recogían la escarabilla de las calles del municipio. La Basconia, para el funcionamiento de los hornos empleaba carbón. Los desechos de este producto se almacenaban en las escombreras junto al río y eran reutilizados para adecentar los caminos.
Encontrar un trozo de carbón que pudiera alimentar la chapa de las casas era entonces todo un tesoro. Según cuentan además de calentar los hogares de los pobres, la escarabilla, por sus propiedades, mitigó los efectos de la tuberculosis entre la población basauritarra, que moría por esta enfermedad en un porcentaje menor que sus vecinos de Galdakao, a pesar de que esta localidad tenía menos habitantes.
Con el aumento de la plantilla llegaron los diferentes servicios necesarios para acoger a la masa trabajadora que eligió quedarse en Basauri, hasta entonces, un municipio rural poblado de caseríos. Además de viviendas, La Basconia trajo consigo la creación del colegio San José que nació con el objetivo de dar clases a los hijos de los empleados de la fábrica.
En aquellas fechas se planteó la reforma de los trenes de laminación con el objeto de incrementar la producción y reducir costes. La importación de esta tecnología propició el acercamiento a la mayor siderúrgica de España de la época: Altos Hornos de Vizcaya. Así, ambas empresas llegaron a un acuerdo para la creación de una tercera fábrica de chapas en la vega de Etxebarri, al otro lado del Nervión.
Con la puesta en marcha de la fábrica de Bandas, la factoría original de Larrazabal se dedicó sobre todo a la producción de aceros especiales y, pese a alcanzar durante estos años su mayor producción, comenzó su lento declive.
En 1964 se produjo el cierre de algunas de sus secciones debido a la escasa rentabilidad de estas. Según los trabajadores de entonces, la empresa empezó su declive porque los mecanismos utilizados se quedaron obsoletos. "Bandas tiraba en una hora lo que nosotros en un mes", recuerdan. De esta forma, en 1969 la fábrica fue absorbida por Altos Hornos y sus instalaciones se fueron desmantelando. Muchas se reutilizaron como almacén de productos acabados de la fábrica de Etxebarri, hoy Arcelor Mittal.
En 1970 cesó la actividad en La Basconia y sus pabellones vendidos en esta época a Laminados Velasco S.A. Desde entonces, las naves de chapa fina, chapa gorda, calderería, ajuste, trafilería (donde se hacían los clavos) y bidones empezaron a marchitar hasta acabar abandonados a la espera de ser reconvertidos en edificios del siglo XXI en el que servirán a otros fines tan honorables como con los que nació la factoría hace ya más de un siglo.
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