ATHLETIC: Simón; Capa, Yeray, Iñigo, Balenziaga; Dani García, Unai López (Min. 70, Zarraga), Muniain (Min. 70, Morcillo), Raúl García, Berenguer (Min. 84, Vencedor); y Williams (Min. 90, Villalibre).

LEVANTE: Koke Vegas; Miramón (Min. 82, Son), Vezo, Postigo, Clerc; Rochina (Min. 63, De Frutos), Campaña, Malsa, Bardhi (Min. 82, Radoja); Melero (Min. 74, Dani Gómez) y Morales (Min. 63, Roger).

Goles: 1-0: Min. 68; Berenguer. 2-0: Min. 79; Williams.

Árbitro: Alberola Rojas (Comité Castellano-manchego). Amonestó a Yeray, Capa y Unai López, del Athletic; y a Vezo, del Levante.

Incidencias: Partido correspondiente a la sexta jornada de LaLiga Santander que enfrentó al Athletic y al Levante en San Mamés. Sin espectadores.

El Athletic hizo las cosas bastante bien, incomparablemente mejor que en jornadas anteriores, y se quitó de encima el agobio de verse encallado en el fondo de la tabla, donde ahora figura por ejemplo su rival de ayer, el Levante. Con la que estaba cayendo, debía eludir un tercer tropiezo consecutivo como fuese, pero escogió la vía de una actuación más acorde al potencial que posee como colectivo. El triunfo, incontestable y algo escueto, estuvo además aliñado con aportaciones interesantes de varios hombres que por su comportamiento hasta la fecha no merecían sitio en el once titular. Esta vez sí justificaron el empeño de Gaizka Garitano en atornillarlos a su pizarra. Para hacerse una idea de los beneficios que rindió el partido, basta con reparar en la identidad de los goleadores, el recién fichado Berenguer y un Williams seco desde que la pandemia se coló en nuestras vidas.

Si hay que escoger una clave que explique el salto cualitativo que ofreció el equipo, es obligado detenerse en la intensidad de exhibió de principio a fin. El hecho de que Simón no recibiese un solo remate ya es suficientemente revelador, pero ese dato respondió a que el Athletic enfocó su agresividad y laboriosidad para proyectarse en ataque. Dio igual el marcador, asumió la iniciativa convencido y no la soltó cuando cobró ventaja, fruto de lo cual obtuvo el segundo y perfectamente pudo firmar un tercero, pues Williams se plantó solo en el área en la oportunidad más nítida del duelo. Al Levante se le atragantó un ritmo tan elevado, en alguna fase intentó en vano rebajar las revoluciones apoyado en el manejo de sus centrocampistas. Enfrente siguieron mordiendo, robando y lanzándose hacia arriba hasta dejar sentada una superioridad impensable de antemano.

Es posible que las características del rival favorecieran el plan desplegado, aunque para someter a los de Paco López no basta con vaciarse en las disputas. De poco vale discutirles la posesión, que es su baza favorita, si luego el uso que se hace del balón es deficiente. Ayer los rojiblancos se apoyaron con frecuencia en la autoridad que Raúl García ejerce en las alturas a fin de encajonar al Levante, pero no se limitaron a eso. Alternaron el juego largo con combinaciones, dinamismo en el desmarque, pases filtrados y presencia de muchos elementos en el último tercio del terreno. Sin alcanzar un nivel sublime, mucho pedir viniendo de donde venían, la versión fue convincente y tuvo un índice de eficacia alentador.

Desde luego, la actuación enterró el estado depresivo que había convertido al equipo en un perita en dulce para enemigos de la talla del Granada, Cádiz y Alavés. Funcionaron aspectos que por su elementalidad cuesta entender que a menudo no cuajen. A saber: la conexión Raúl García-Williams. El delantero estuvo a todas las caídas y trajo por la calle de la amargura a centrales toscos como Vezo y Postigo. Williams incluso interpretó con acierto las intenciones de Unai López o Dani García para, zapateando, sacar ventaja a la espalda de la zaga. Por cierto, Dani García pareció otro, hasta estuvo en el origen de algunas acciones de peligro.

El peor inconveniente que tuvo que gestionar el Athletic, como en tantas tardes, fue la inmovilidad del marcador. Ayer hasta rebasada la hora de juego. Retirarse al descanso con 0-0, con un penalti anulado por el VAR, dos remates repelidos por los defensas con el portero batido, ambos de Muniain, a quien la gasolina le duró poco, aunque supo rentabilizarla enredando por todo el frente de ataque, y otro par de pases de la muerte mal trazados, podía haber minado la moral de un grupo consciente de estar sometido a un severo escrutinio de la afición. Sin embargo, afrontó el segundo acto con un brío que acabó de hundir al Levante. No hubo siesta. Coleccionó córners, robos y centros, no permitió al rival cruzar la divisoria y, de nuevo, chocó con el infortunio en un sutil cabezazo de Raúl García a pase de Williams que rebotó en la madera. Paco López se asustó y movió el banquillo, estaban avasallando a sus muchachos. Una tónica que apenas varió y por fin tuvo premio. Raúl García se la llevó por arriba en la zona ancha, Dani García al primer toque sirvió para que Berenguer se impusiera en la carrera a Postigo y cruzase con algo de suerte ante un Koke desubicado, al que pilló a media salida.

LA GUINDA

Quedaba mucho aún y Garitano metió a Morcillo y Zarraga. El primero fue decisivo forzando una penetración de la que se aprovechó Williams para cerrar la contienda. Del segundo, nadie diría que debutaba. Se integró rápido y colaboró con criterio para seguir dándole salida al equipo, lo mismo que Vencedor al rato. Evitar la rifa de la pelota siempre supone un recurso extra de seguridad, también cuando el cansancio empieza a asomar. La guinda al trabajo realizado la tuvo Williams. Vezo se animó a avanzar metros, se la dio a un oponente y dejó descubierta su espalda. Dani García vio la situación y con un toque simple activó la carrera vertical del punta, quien con toda la ventaja de su parte disparó al muñeco.

Bueno, tampoco es cuestión de pretender que salga todo perfecto justo el primer domingo en que comparece un Athletic centrado, reconocible, capaz de interrumpir lo que parecía una caída libre. Con el cómputo de méritos y los goles validados por el árbitro y el VAR, pues con 1-0 hubo otro de Berenguer anulado por un fuera de juego de centímetros de Raúl García, es para darse por satisfecho. Un partido son tres puntos nada más, pero uno como el de ayer, por su desarrollo y su desenlace, debiera contribuir a sacar al equipo de la indigencia futbolística y estabilizar su maltrecha autoestima. Como dijo Balenziaga entre semana, de ellos, de los jugadores y el técnico, dependía adecentar la imagen de fragilidad que en su globalidad está transmitiendo el club. El primer paso está dado. En San Mamés y a puerta cerrada. En casa y sin público.