De niñas jugaban a ser madres. Karmele Ayarza, con su hermana pequeña, a la que “le hacía lo que podía porque se rebelaba”. Maitane Larrauri, con muñecos a los que les cortaba las uñas y a veces también los dedos. Que no cunda el pánico. Hace ya un mes que nació su hijo, Luar, y no le falta de nada, así que se van sacudiendo esos miedos que se adhieren a las primerizas cuando abandonan el hospital y afrontan la maternidad en sus casas, sin anestesia ni red. Generosas en un momento de sus vidas en el que el sueño se entrecorta a cada toma, abren las puertas de su hogar, en Mungia, para mostrar que madre sí hay más que una.

“Si en clase trabajamos la diversidad y que hay que enfrentarse a todo y dar visibilidad, qué menos que dar ejemplo nosotras mismas”, explican estas dos profesoras. Toda una lección de amor que se torna vida en la que no ocultan ni la letra pequeña, que la hay. “Tuvimos problemas en el embarazo hasta el punto de que peligró la vida de nuestro hijo y dices: ¿Somos la única familia que ha tenido que pasar por esta incertidumbre? Preguntas en la calle y a nadie le pasa nada. Todo es bonito. También hay dificultades y hay que contarlas”, defienden. Y en ello están.

En el hogar de esta familia recién ampliada se respira felicidad y honestidad a partes iguales y se escucha de vez en cuando la vocecilla de Luar, que ha venido a iluminar sus sonrisas y despertar sus temores. “Te dicen que cuando nacen los críos comen, duermen y hacen caca. Sí, pero también lloran y no sabes por qué, tienes que acostumbrarte a sus rutinas, él se tiene que acostumbrar a ti... Solo nos enseñan la parte buena de la maternidad, que es mucha y muy gratificante, pero hay momentos en que te sientes sola y no sabes qué hacer”, se sincera Karmele, que, tras doce años de noviazgo, se casó con Maitane el año pasado “para formalizar la relación porque íbamos a ir a por este chiquitín”.

Todavía faltan referentes

El instinto maternal lo traían casi de serie y al qué dirán se enfrentaron con la fortaleza curtida al darse a conocer como pareja. “Desde que salió a la luz nuestra relación también tuvimos que afrontarlo. Pasito a pasito hemos ido haciendo una coraza y nos da igual lo que diga la gente”, explica Karmele. “Al principio fue difícil porque éramos jóvenes y hay muchas cosas que cambiar, pero ya el que venga un hijo no ha sido nada del otro mundo”, añade Maitane, que ha gestado a Luar.

Con la tranquilidad de que su hijo “se criará en un entorno bastante seguro y respetuoso con cualquier tipo de familias, pensares y quereres”, la pareja se expone convencida de que “todavía faltan referentes”, aunque en “el pueblo sí que hay más parejas así o madres solteras y en el entorno también conocemos a diferentes familias. La sociedad empieza a cambiar y eso es favorecedor”. 

“Ese niño está lleno” o “No lo acostumbres a los brazos”. En un mes han comprobado “la ligereza con la que se juzga su trabajo como madres”

Antes de contraer matrimonio, iniciaron el proceso para ser madres en el hospital de Cruces. “Nos dijeron que la lista de espera era de año y medio y yo no quería tenerlo muy mayor, así que encajamos los bolillos”, apunta Maitane, a sus 35 años. Aunque piensan “esperar un poquito”, su idea es “agrandar la familia” y que “Karmele sea la gestante”. “Yo tengo muy buena relación con mi hermana y Maitane, al ser hija única, también decía: Yo uno solo no quiero. Entonces, por lo menos otro más sí que vamos a ir a buscar”, confirma Karmele, mientras Luar lloriquea y pasa de mecerse en sus brazos a acomodarse para mamar en el regazo de Maitane, donde llena su tripilla y le vence el sueño.

La curiosidad de sus alumnos

Lejos de los prejuicios sociales, cuando comunicaron su buena nueva en las aulas sus alumnos la acogieron con normalidad. “Les avisé de que iba a faltar unos días porque iba a ser madre y alguno de los más pequeños me dijo: Pero si no estás embarazada. Dije: No, la que está embarazada es mi mujer y ellos lo asumieron con total naturalidad. Mejor que eso, que es el futuro de la sociedad, no hay nada”, destaca Karmele.

A Maitane, a la que la tripa creciente la delataba, también le pidieron explicaciones. “La primera pregunta fue: ¿Y quién es el padre? Y una vez que les explicas que no hay padre, que hay otra madre, lo entienden perfectamente y te arropan e intentan investigar -Hala, ¿y es mayor o más joven que tú?- con toda la curiosidad del mundo, pero a lo bueno y a lo sano”, aclara. “Es como la típica pregunta que siempre te hacen: ¿Tienes novio? Pues yo siempre les digo: No, puedo tener novia, puedo tener varios, puedo no tener ninguno… O sea, dar un poco de campo a que hay diferentes maneras de socializar, de vivir y de querer. Por esa parte nunca nos hemos escondido”, admite Karmele.

“Es un amor incondicional” Con la misma transparencia hablan de su recién estrenada maternidad y de las emociones que les afloraron al sostener a Luar en sus brazos por primera vez. “Yo me imaginaba ser madre, pero no los sentimientos que iba a acarrear. Son todos bonitos, en cuanto nace y lo coges en brazos, dices: Jo, pero también sientes vértigo. ¿Voy a ser capaz de educarlo bien, de que todo vaya bien? Quieres lo bueno para él, pero tienes la incertidumbre de qué va a pasar. Hemos llegado dos a Cruces y salimos tres. A ver cómo va”, recuerda sus temores Maitane.

Hasta que eres madre no te das cuenta de los sacrificios que hace la tuya para darte todo lo que te ha tratado

Karmele Ayarza - Madre de Luar

A Karmele no le hizo falta llevar a su hijo en las entrañas para quererlo por encima de todas las cosas desde el minuto uno. “Nuestra prioridad ahora es él. Es ese sentimiento de te doy todo, hasta lo que no tengo, y si tengo que mover cielo y tierra, lo muevo para que no sufras y estés lo mejor posible. Es el amor incondicional”, resume y asegura que cuando lo oye llorar desearía poder ponerse en su lugar para que su hijo descansara.

Maitane Ayarza y Karmele Larrauri posan sonrientes con su hijo Luar en su domicilio de Mungia. Borja Guerrero

No juzgar a las madres

Luar duerme literalmente como un bebé. “Es buenísimo. Solo llora cuando tiene hambre o gases y come perfectamente”, informa Maitane. “Luego irá saliendo el carácter y empezarán las cosas a complicarse, pero no nos podemos quejar. Nos deja descansar medianamente bien”, añade Karmele. El recién nacido se alimenta a demanda, a razón de una toma cada dos horas y media. El dato, el que avisa no es traidor, no admite réplica ni conjeturas ni pareceres. “En un mes que llevamos ya te das cuenta de que todo el mundo se siente con la ligereza de poder valorar y juzgar tu trabajo como madre”, censura Karmele. “El otro día en un bar, dándole el biberón: Ese niño está muy lleno, ese niño está devolviendo… Y yo: Ya, bueno, ya lo sé, regurgita. O sales a la calle llevándolo bien abrigado: Ese niño tiene frío. Esta frase ha sido mortal: No lo acostumbres a llevarlo en brazos porque ya verás luego para que vaya en el carro. Al principio contestas con buena educación, luego haces como que no has oído, pero llega un momento en que ya te cansa. La que me voy a fastidiar la espalda voy a ser yo, por lo tanto, a ti ni te va ni te viene”, resuelve Karmele, cansada de tanta intromisión

Aunque “todo el mundo lo dice con buena voluntad”, Maitane tampoco comparte que personas desconocidas les den instrucciones sobre lo que deben o no deben hacer. “Igual tengo mis motivos para llevarlo en brazos, no sabes, pregunta antes”, comenta, mientras su pareja pide “un voto de confianza porque cada una hace lo mejor que puede y que sabe para su hijo, cada una conoce sus circunstancias y cómo poder afrontarlas y no va a hacerle nunca el mal”. Tras constatar que “el trabajo de madre no es fácil”, Karmele concluye que “opinar sobre las madres y sus actitudes está fuera de lugar” y se propone no ofrecer consejos que no le han pedido.

Sus alumnos asumieron con naturalidad que Karmele iba a ser madre sin estar embarazada y Maitane les explicó que no había padre

La cuadrilla para desahogarse

Poder estar en casa las dos, apoyarse y hacer equipo -“mientras una está haciendo algo, la otra está descansando y al revés”- les ha permitido sobrevivir al primer mes entre bostezos y pañales. Eso y los táperes que les llevaron sus padres recién llegados los tres a casa. “Dices: Jo, qué chorrada, pero es que en ese momento no te da tiempo a cocinar porque estás embobada y pendiente de si respira, hace oh o hace ah. Mi hermana decía: Cualquier visita tiene que venir con táper o bajar la basura y es verdad. Ese apoyo, por mínimo que sea, se agradece un montón”, valora Karmele.

Sobre todo porque ni todos los embarazos son tan maravillosos como los pintan ni todos los bebés tan perfectos. “Te preguntas si te ha tocado a ti el que no duerme, el que tiene gases... Pues no, hay muchos más que están igual que tú y hay problemas familiares incluso, pero no se cuenta. Cara a la galería, dices: Todo está bonito y no es así. Entonces, la verdad queda un poco más oculta y da miedo”, admite Maitane. Menos mal que están las cuadrillas para desahogarse. “Es como: Hoy he tenido una noche de perros y por la edad algunas están también en ese proceso y dicen: Pues yo también, le habría mandado… Ese tipo de terapia también hace bien y el apoyo de la familia”, agradece Karmele.

Diversidad de familias

Lo mismo que hay niños y niñas que no pueden celebrar el Día de la Madre, Luar no tendrá nada que festejar cuando sea el Día del Padre. “Igual nos toca a nosotras, como nuevas generaciones, cambiar y llamarle el Día de la Familia, que nos engloba a todos”, sugieren.

Se llame como se llame la jornada, consideran importante que exista para ensalzar la labor de la crianza. “Apenas hemos empezado en este camino, pero es muy duro. Todas las madres hacen lo mejor que pueden y saben en cuanto a la situación y los recursos que tienen. Una vez al año por lo menos hay que alabarlas”, asegura Karmele.

Ahora que ella ha sido madre, valora a la suya muchísimo más, si cabe. “Ama está ahí siempre y siempre ha estado y estará, para lo bueno y para lo malo, sin ninguna condición y sin pedir nada a cambio, pero hasta que eres madre no te das cuenta de los sacrificios que hace la tuya para darte todo lo que te ha dado. Y esas noches en vela”, dice conteniendo las lágrimas. “Te ves tú en ese papel y dices: Ojalá llegue a ser como ella”.

No imaginaba los sentimientos que acarrea ser madre, son todos bonitos pero también sientes vértigo

Maitane Larrauri - Madre de Luar