COMO te dice una cosa, Arnaldo Otegi te dice la otra. Y las dos al mismo tiempo. Es lo del plato y las tajadas o lo de estar en la procesión y repicando. Así, según el líder indiscutido de EH Bildu, tras las elecciones del domingo, en el Parlamento Vasco habrá 54 votos soberanistas y 40 de izquierdas. Lo expresaba a modo de emplazamiento a las formaciones aludidas para que conformaran con su coalición un gobierno en un sentido o en otro. Vamos, que a la fuerza transformadora le da igual arre que so, so que arre. Pero, aguarden, que la pirueta dialéctica e ideológica (sobre todo, esto último) todavía se puede mejorar. En una entrevista en Euskadi Irratia, Otegi se preguntó si el trato de los jeltzales con los socialistas consistiría en que Andueza decidiera el estatus político. ¿Es que acaso el pacto que reclama Bildu al PSE implicaría dejar en manos de Andueza el estatus político?

Procede aquí aclarar, por cierto, que el más que posible futuro vicelehendakari tendrá que respetar lo que su partido, el PSOE, firmó en noviembre con el PNV, es decir, que en la presente legislatura (en España, quiero decir) se abordaría el reconocimiento nacional de Euskadi. Claro que, para eso, Sánchez debe seguir en Moncloa un tiempo, lo que no está ni mucho menos garantizado.

Pero no adelantemos acontecimientos. El paso inicial es que se constituya, primero nuestro Parlamento, y luego, el nuevo Gobierno. A partir de ahí, se me ocurre que la composición poliédrica de la cámara facilita un buen número de acuerdos transversales, al estilo de los que vimos, especialmente, en el último tramo del anterior mandato. Eso será cuestión de actitud, de pasar de las suaves palabras de la campaña a los hechos contantes y sonantes. Sería el modo de demostrar que de verdad se ha empezado, ya que gusta tanto el término, un nuevo ciclo. Soy escéptico pero me gustará decir que estaba equivocado.