Pedro Sánchez escenificó hace unos días sus sentimientos dirigiéndose por escrito al pueblo soberano. El presidente decidió tomarse unos días de asueto, pasarlos digamos en barbecho, mientras deshojaba la margarita: Me voy o sigo; soy de la opinión, con el máximo respeto, que un presidente de Gobierno no puede dirigirse a la nación para infundir pena, lástima por su dizque pesadumbre y zozobra.

Pedro Sánchez muestra su dolor y absoluto rechazo al, según él, ataques continuos e indiscriminados que sufre su esposa: No debe temer a la Justicia porque pretendan investigarla: si su comportamiento ha sido limpio como una patena, impoluto y correcto, no debe preocuparse; pero si por casualidad no fuese así, la Justicia debería tomar las medidas oportunas, ya que se supone que todos somos iguales ante la ley.

La Historia nos recuerda casos en que presidentes de Gobierno decidieron dimitir y se abstuvieron de rodeos y marear la perdiz, No es de recibo en una democracia actuar de un modo propio de regímenes que exaltan y veneran a la persona, al amado y preclaro líder para evitar que se vaya. Ver a sus seguidores con bocadillos y pancartas, fletar autobuses a Madrid para exaltarle, nos retrotrae a épocas no tan lejanas y criticadas por quienes actúan igual. Spain is different, Manuel Fraga dixit.