¡Gora la gabarra! Un barco de fondo plano solitario y abandonado en las aguas de Nerbioi que, sin embargo, es capaz de aglutinar un millón de almas cuando la ola gigante de las emociones suelta amarras. Entretanto, en ese paréntesis, en ese letargo, tan es él como somos los humanos. Su vida solitaria la hacemos nuestra por biomimesis, intercambiando la sociabilidad por la soledad, que no es ni introspección ni mirada interior. Acabo de recibir por primera vez en muchos años una citación para donación de plasma o plaquetas mediante un SMS que contiene un link. No señores, no. No voy a pasar por esto. Necesito hablar con un humano para que esta transacción de humanismo tenga sentido. No soy un cajero bancario, ni una máquina de vending, ni un teléfono móvil, ni Amazon. Soy sangre que da vida a otro ser humano.