Ocurrió en el Europeo Sub’16 de la categoría B en Podgorica (Montenegro), en agosto de 2019. Fue en aquella competición, en la que entró en el All Star Five tras ser el tercer máximo anotador (19,3 puntos) y capturar 9,9 rebotes por cita, cuando Thijs De Ridder (Brasschaat, 31-I-2003) interiorizó que sus sueños baloncestísticos podrían convertirse en realidad algún día. “Con 14 o 15 años empecé a llamar la atención de algunos agentes y a ser convocado en las categorías inferiores de Bélgica. En esa competición me di cuenta de que podía hacer carrera en el baloncesto. Antes de eso ya me lo tomaba en serio, pero ese fue el momento en el que me dije: Siempre he soñado con la NBA y la Euroliga, vamos a intentar ir a por ello”, recuerda el ala-pívot de 21 años.

De aquel quinteto, el polaco Jeremy Sochan lleva ya dos cursos en la mejor liga del planeta con los San Antonio Spurs, el danés Noah Sorensen, el holandés Armin Strojil y el montenegrino Stefan Vukcevic llevan carreras mucho más anónimas y De Ridder cocina con muy buenos ingredientes sus sueños habiendo protagonizado un muy buen curso de debut en el Surne Bilbao Basket, donde está convencido de que ampliará su proceso de mejora y aprendizaje el próximo ejercicio.

“Estoy muy contento con esta primera campaña. Venía de la liga belga y aterrizar en la mejor competición de Europa es un gran cambio. Lo noté sobre todo al principio pero el proceso de adaptación fue fluido. Sé que he tenido altibajos, pero lo importante es intentar acabar lo mejor posible como colectivo”, asegura un jugador que en 31 citas promedia 6,2 puntos y 4,1 rebotes de media en algo más de 17 minutos de juego, un nivel de protagonismo con el que no contaba: “No esperaba jugar tantos minutos, ni de lejos. Creía que iba a ser una primera campaña de test, una especie de aterrizaje en la ACB, pero el entrenador me dio mucha confianza desde el principio, me ha concedido muchos minutos y estoy muy contento”.

El ala-pívot no ha sufrido a la hora de adaptarse a su nueva vida fuera de Bélgica. “Bilbao es una muy buena ciudad y he tenido la suerte de verme rodeado de muy buena gente. El vestuario es maravilloso, la mezcla perfecta entre jóvenes y veteranos. Es un grupo perfecto, muy divertido. Esa parte fue sencilla”, admite. Eso sí, la exigencia en cancha ha aumentado, aunque él haya sabido adaptarse sin mayores problemas: “El cambio es abismal. El nivel de competitividad, la velocidad del juego… Todo te obliga a estar en permanente alerta”.

FAMILIA DE BALONCESTO

De Ridder procede de un núcleo familiar en el que las canastas han tenido un papel principal. “Mis padres siempre han estado involucrados en este deporte, mi madre jugó en la Primera División de Bélgica, mis dos hermanos también juegan…”, relata, aunque de niño tuvo una etapa balompédica. “Jugué cuatro años a fútbol, de los cinco a los nueve. Me desenvolvía en zona de ataque, extremo izquierdo. Era muy rápido; ya sabes, piernas largas (risas). Después pasé al baloncesto porque mi padre era el entrenador de mi hermano mayor y eso tira”, rememora. Creció viendo a LeBron James, admirando la NBA y la Euroliga “porque siempre quise llegar a ese nivel” y con su hermano Niels, dos años mayor, como ídolo. “Lo era de niño y lo sigue siendo ahora”, recalca.

“Jugué con él en mi primer año profesional en el Antwerp Giants, cuando yo tenía 17 años. Luego se marchó al Kortrijk y en su primer curso allí, cuando estaban en Segunda, nos cruzamos en la Copa. Es dos años mayor, un buen jugador en Bélgica. En las categorías inferiores del Antwerp ya jugamos un par de veces juntos, pero hacerlo a nivel profesional era un sueño y pudimos cumplirlo. Fue el mejor momento de nuestras vidas deportivas porque lo hacíamos todo juntos. Nuestros lazos eran muy estrechos, éramos los mejores amigos. ¿Cómo fue jugar contra él? Rarísimo, muy chocante. Pero en la cancha… (risas). De pequeños ya éramos muy competitivos, como debe ser”, repasa.

ATERRIZAJE EN BILBAO

Tras ser designado mejor jugador joven y sexto hombre de la liga belga, el Surne Bilbao Basket le abrió el pasado verano las puertas de la ACB. “Si te digo la verdad, no conocía mucho del club. Evidentemente sabía que Axel Hervelle, uno de los mejores jugadores belgas de la historia, dejó un gran legado aquí, por lo que sabía que iba a un muy buen club. Ahora puedo decir que estoy muy contento de haber venido aquí porque todo ha encajado: club, ciudad, aficionados…”, apunta.

Si alguien pasa por el centro de entrenamiento de los hombres de negro en Artxanda, tiene muchas posibilidades de encontrarse a De Ridder haciendo sesiones de entrenamiento extra e incluso trabajando los días de descanso. Tanto entrenadores como compañeros destacan su ética profesional y sus intensas ganas de mejorar. “Me gusta que la gente me califique de gran trabajador. Trabajo muy duro porque intento alcanzar mis sueños. Cada vez que tenemos día libre yo vengo al pabellón a trabajar, siempre quiero entrenar y mejorar. Si no lo hago, me siento mal; tengo la sensación de haber perdido el día. Me encanta el baloncesto y soy perfeccionista. Incluso si perdemos contra el Real Madrid, algo que podría tomarse como normal, me cabreo. Soy un ganador y quiero ganar siempre”, resume como filosofía de vida.

“Quiero ser el jugador perfecto; sé que no voy a serlo, pero quiero ser lo mejor posible en todo”

Por eso, pese a lo mucho que ha avanzado como profesional en poco tiempo y a las grandes metas que tiene en su cabeza, no esconde que le queda mucho por mejorar: “Tengo que mejorar mi dribbling. Y el tiro, por supuesto. También el aspecto mental del juego para leer mejor los partidos, encontrar mejor a mis compañeros… Quiero ser el jugador perfecto. Sé que no voy a serlo, pero quiero ser lo mejor posible en todo”.

HORIZONTE NBA

El domingo pasado, su agencia de representación, Tangram Sports, anunció que De Ridder se había declarado elegible para el draft de la NBA, tal y como hizo el pasado año retirando posteriormente su nombre, algo que puede hacer también esta vez porque no será hasta el certamen del próximo año cuando sea seleccionable automáticamente pues habrá cumplido ya los 22 años. No esconde su deseo de jugar algún día al otro lado del charco, pero se lo toma con calma y sin obsesionarse. “La NBA es para mí un sueño y un objetivo. Creo que aún estoy en una edad en la que todo es posible y voy a intentarlo. Si este año no lo consigo, todavía tendría el próximo para entrar en el draft. Y si tiene que ser cuando tenga más edad, pues también lo intentaré”, asegura.

“La NBA es para mí un sueño y un objetivo; han venido ‘scouts’ a verme, pero no siento presión”

El año pasado se declaró elegible “para poner mi nombre en el panorama internacional, en el radar. Ni viaje a Estados Unidos ni hice workouts o entrevistas”. El proceso de este año lo ve “parecido pero con más expectativas, ya que han venido scouts de varios equipos a verme jugar. En algunas ocasiones jugué una mierda de partido, muy malo. Así es el baloncesto. También hubo partidos en los que jugué realmente bien. Sí que puede ser una presión añadida para los jóvenes, pero estamos ya en un nivel top de exigencia. Esto es ya la ACB y el Bilbao Basket. No es una situación que a mí me estrese o me genere presión. Viajaré a Houston el 5 de junio a hacer workouts con un entrenador, no con los Houston Rockets. A partir de ahí, iremos viendo qué hacemos”.

“El próximo año me veo en Bilbao, por supuesto; es el lugar ideal para tener protagonismo en una liga del nivel de la ACB”

El belga quiere dar pasos firmes en su carrera y señala que el próximo ejercicio “me veo mejorando en todas las facetas, anotación, rebote, con más minutos si es posible, siendo capaz de ayudar más al equipo”. ¿Y dónde cree que seguirá dando esos pasos? “Aquí. Por supuesto, por supuesto. Tengo contrato en vigor. Me veo jugando en Bilbao la próxima temporada. Esta es una plataforma perfecta para mí, para mejorar y para tener minutos y protagonismo en una competición de la importancia de la ACB. Me gustaría lograr algo especial en Bilbao”, añade.

En el proceso de aprendizaje y disfrute, pone en valor a Jaume Ponsarnau y a la marea negra. Sobre su técnico, subraya que “me encanta trabajar con él. Pensaba que no iba a jugar tanto y me ha permitido tener casi 18 minutos de media. Espero tenerle conmigo el próximo curso para que me siga ayudando a mejorar y crecer”. A la afición le coloca el calificativo de “increíble”. “La primera vez que les escuché cantando Follow De Ridder fue una sensación brutal. Los amo”.

Fuera de las canchas, disfruta de la vida como cualquier chaval de 21 años. “Tengo novia”, dice de arranque. “Y adoro los coches. Me encanta ver la Fórmula 1. En mi tiempo libre me gusta mucho meterme en las webs de McLaren y Ferrari y construir mis propios coches por diversión. Si algún aficionado tiene un coche bueno para conducir… (risas). También paso mucho tiempo viendo partidos de baloncesto y paseando por Bilbao, me gusta mucho la ciudad. ¡Y la comida! Increíblemente buena. He hecho salidas a San Sebastián, a pueblos de la costa… Es todo precioso”, afirma el belga, que pisa suelo firme en Bilbao mientras sueña con la NBA.